Por @NelsonRZVen de @OrdenVenezuela
Generalmente la figura de un líder político en Venezuela es ligada con un semblante carismático. Este carisma es asimilado con actos que llevan la corriente a los caprichos de las masas, algunos dirían populismo, otros paternalismo. Quizás ambos términos apliquen en la realidad si los apreciamos desde la perspectiva malcriante de los líderes que han existido en Venezuela.
Lo cierto del caso, es que el perfil convencional de estos líderes circunstanciales obedece exclusivamente a períodos electorales. La palabra líder no significa caer bien, mucho menos complacer los deseos particulares de toda una multitud, decir lo que algunos desean escuchar con discursos altisonantes o prometer lo que jamás va a cumplir.
No obstante, el líder efectivamente tiene una carga paternal, es un modelo de padre, es el paternalista, pero a diferencia de los decadentes demagogos, es el paternalista que educa, que corrige, que guía, que reprende de ser necesario, que se conecta con las emociones del pueblo porque él surge de las entrañas de ese pueblo.
Sin embargo, toma decisiones que quizás sean poco agradables, pero es aquí donde la esencia del líder se sublima en lo absoluto, porque se atiene a las consecuencias y se hace responsable de sus acciones. El pueblo se objetiviza frente a esta actitud, y ante el volcán de emociones empieza a surgir la confianza en el criterio del líder en función de los resultados de dichas decisiones.
En Venezuela está floreciendo una nueva generación de líderes, que tomarán las decisiones más importantes y acertadas para reconstruir a la Nación.
¡Venezuela quiere ORDEN!