Por G.J. Jiménez de @OrdenVenezuela
No se puede justificar la violencia, no importa que tan duro griten las razones, menos si esta es producto de una carencia de argumentos para defender una idea o una creencia que lucha constantemente con prejuicios, burlas o rechazo por una mayoría. Estos actos crean víctimas ficticias y generan una ilusión de autoridad moral que permite a ciertos individuos ser absueltos de sus faltas.
La libertad de expresión es un derecho y es el motivo de muchas disyuntivas y enfrentamientos, incluso armados. Como derecho fundamental parece no tener límites, una especie de dogma que no puede ser discutido y mucho menos dar la sensación que está siendo limitado por algún poder. Hermanos de tierra, nacionalistas, entendidos de lo que nos acontece; hermanos apáticos, desprendidos de todo lazo de unión intangible, lo que se avecina para el futuro no es alentador. No, no hablo del calentamiento global, no hablo de la guerra, no hablo de la crisis económica mundial: hablo de la libertad de expresión.
El avance tecnológico es indetenible y si no prevemos esta arremetida será inevitable el colapso de todo. La libertad no es una cortesana a quien se pueda amoldar bajo el deseo de quien la compra, la libertad está por encima de ese simple capricho, por encima de toda tendencia, esta debe ser garante del respeto, que permita la convivencia y conciliación de las partes en la sociedad que convergen. Es un derecho que no está exento de un deber a su altura, siendo su uso irresponsable el detonante de muchas controversias.
Las partes que Gobiernan el país, Venezuela, representan un poder económico dominante y manipulan la libertad a conveniencia de sus intereses económicos. Ellos dominan el escenario, más que por méritos, por poder político y económico. No hay debate, no hay flujo de Ideas, no hay planteamientos concretos, solo caras tratando de agradar al público para la siguiente contienda electoral.
Este escenario está cambiando, no se puede contener la voz de la nación, esta es omnipresente y gracias a los avances, es más difícil controlar las matrices de opinión. El problema es que no estemos preparados para el porvenir. Los medios amarillistas se multiplican, la información es menos confiable, y una mayoría que siempre ha sido el blanco del populismo, está siendo víctima de “cambios” sin darse cuenta cómo influyen en ellos. Este caos informativo, sin control, agresivo y en constante crecimiento, es tan solo un adolescente.
No piensen que se busca atacar al Derecho per se. Se advierte sobre su interpretación y sobre el peligro que representa al transformarlo en una excusa para la ofensa, para no asumir responsabilidades y poner a este derecho por encima de todos los demás. Se advierte sobre la posibilidad de tener un mañana plagado de información y libertades que nos haga menos libres y menos informados. No podemos permitir que el derecho de unos pise el de otros, esto sería otro camino por donde se escabulliría la lucha de clases, encargada de dividir a las naciones. Hoy, la libertad de expresión es la bandera de muchos caídos, una lucha subjetiva, ciega e ingrata. Es una libertad conveniente, un engaño para mantenernos en pugnas. Si levantamos esa bandera ¿para quién lo estaríamos haciendo?
Nuestro esfuerzo, el de los nacionalistas, es por un bien mayor, porque entendemos que pertenecemos a Venezuela, que somos sus hijos y que su bienestar representa el de todos los que trabajamos por ella. Tenemos la garantía que al alcanzar los objetivos, estará garantizado lo mejor para todos los ciudadanos venezolanos.
No se puede justificar la violencia pero ¿qué debemos hacer los nacionalistas venezolanos cuando vemos que nuestra tierra es devastada por oradores de cortas luces? Nuestro deber es demostrar que no somos bárbaros, que estamos forjados en el acero de una idea conciliadora, justa y honrada; La Idea del Bien Nacional. Nuestro deber es salvar nuestra nación, es crear un futuro con personas que merezcan el lugar donde nacieron.
Venezuela quiere ORDEN.