La historiografía bolivariana se ha encargado en los últimos 120 años de enaltecer la figura del Libertador, tanto ha sido, que no ha escatimado en prejuicios y difamaciones a otros Padres Fundadores con tal de lograr su cometido. Uno de estos casos corresponde al del Gral. en Jefe Manuel Carlos Piar; Curazoleño de nacimiento, venezolano por pasión y convicción.
Existen muchos mitos en torno al origen del mulato Piar; Herrera Luque nos ofrece en una hermosa narrativa, una leyenda que no está lejos de ser cierta, la cual da como padres biológicos a María Aristigueta y a Francisco de Braganza, heredero al trono de Portugal, sin embargo, no es mi intención traer este debate a ustedes. Nos interesa analizar otro tema: El testamento de Piar.
La carrera militar del mulato sempiterno solo se vio opacada por dos grandes derrotas; la primera en las sabanas del Salado contra las huestes infernales de José Tomás Boves y la segunda, la definitiva, su injusto fusilamiento en Angostura, traicionado por sus propios compañeros de armas. Salvo estos dos reveses, siempre triunfó, tanto en batalla como en la administración del ejército.
Más allá de su carrera, me gustaría contarles algo que poco sale en sus biografías, una cualidad que, en mi opinión, cada venezolano debe emular y esa cualidad es su férrea Voluntad. Salvo el control de los llanos por parte del Centauro inmortal Gral José Antonio Páez y algunos focos guerrilleros en el oriente de Venezuela, la República estaba perdida.
El fracaso de la expedición de los cayos y el numeroso ejército español venido desde la península alejaba cada vez más la posibilidad de independizarnos de España. Mientras otros se retiraban a Haití a reorganizarse, Piar decidió atacar la impenetrable Guayana, logrando una hazaña militar y administrativa sin precedentes en nuestra historia; formar un ejército de negros, mulatos, extranjeros, aborígenes y disciplinarlos bajo la bandera de la República, ascendiendo a oficiales ajenos a la casta blanca mantuana.
Ascensos basados en el mérito ganado en batalla; un ejército disciplinado en tácticas de combate y educados en esa idea de República. Cuando sus detractores veían imposible conquistar la imperial Guayana, él apeló por el camino difícil, y fue su Voluntad, esa misma que lo ayudó a forjar con sus propias manos aquel ejército de mil colores, esa misma que lo levantó de sus reveses, fue la que le dio los laureles de la gloria aquel 11 de Abril de 1817 en la meseta de San Félix y así, traer la Esperanza de un nuevo comenzar.
¿Puede ser este hombre un traidor a su idea? ¿Un traidor a su nación? ¿Se puede traicionar aquello que se intenta forjar? Saquen ustedes sus propias conclusiones mis lectores, sin embargo, y en defensa de nuestro Padre Fundador en cuestión; luchó sin descanso y jamás, siquiera el día en que un injusto pelotón de fusilamiento accionara sus armas descargándolas en su existencia, bajó la mirada ni tuvo miedo alguno a la muerte, hermoso ejemplo de un General en Jefe venezolano para aquellos que comandó y llevó a la victoria.
La Voluntad, una hermosa virtud que nos dejó en testamento, y la cual necesitaremos para la poderosa nación que construiremos, así como aquel mulato construyó su ejército ante lo imposible y soñó con una idea que hoy, 198 años después, sigue latente en los nacionalistas venezolanos.
En la próxima entrega hablaremos sobre su juicio y posterior fusilamiento, pues la justicia en Venezuela, al parecer, ha sido ciega desde su génesis como República.
Venezuela quiere ORDEN.