Por: @Díaz_Yaguarán
La mayoría de los etnólogos actuales, sostienen que el período más primitivo de la humanidad, fue aquel en el cual, los seres humanos se dedicaban a la caza y a la recolección; se ha llegado a determinar que se necesitarían en promedio unos 10 km2 de superficie del planeta para sustentar a cada individuo, lo que habría limitado a la especie humana a no sobrepasar los 10 millones de personas.
El crecimiento exponencial de la población en el mundo, tiene sus orígenes coincidentemente con la política auspiciada por el Concilio de Florencia en 1439; en tiempos del Renacimiento, en donde se impulsó una gran explosión de ideas que harías trizas el pensamiento medieval; un resurgimiento de las ideas grecolatinas, rescatadas por los hijos de conspicuas familias florentinas, en los pergaminos antiguos, ocultos en antiguas criptas, iglesias y monasterios eclesiásticos; aquellos jóvenes renacentistas compartían la emoción de la época, que consistía en buscar el conocimiento y los secretos perdidos del mundo antiguo, desde filosofía, matemáticas, medicina, arquitectura, retórica, escultura, nociones sobre la tecnología romana, que según el filósofo Marshall McLuhan, llevaron a un nuevo y renovado impulso de la retórica, que configuró esa búsqueda constante de la certeza y de la exactitud, y en el proceso comprendieron que aquel pensamiento de los hombres de la antigüedad era completamente distinto, y eso fomentó un nuevo lenguaje para el hombre occidental.
Resulta más que evidente que el incremento en la densidad de la población, estuvo asociado a las modificaciones del comportamiento humano promovidas por Nicolás de Cusa, y a la capacidad que poseen los individuos con su creatividad; para mejorar los procesos que tiendan a satisfacer las necesidades humanas básicas; dichos procesos, involucran una gran cantidad de variables y no son más que los procesos económicos.
La creatividad del hombre es el germen que difunde el desarrollo científico y tecnológico; darle la libertad al hombre de poder explotar su creatividad, significa ejercitar y cultivar ese potencial necesario, pues por medio de la razón, la humanidad ha logrado descubrir la manera de hacer más eficientes todos los procesos que tienden a mejorar la calidad y el nivel de vida de cada ser humano, cada nuevo conocimiento surgido de las mentes de nuestros ciudadanos, cimentarán las bases para un cambio de comportamiento de los futuros ciudadanos de nuestra Nación; ese cambio de pensamiento tiene muchas facetas, en la política, en el arte, en la sociedad, en la cultura, y en los aspectos económicos; el desarrollo tecnológico es el más vivo ejemplo del anhelo del hombre por la prosperidad.
El filósofo alemán Gottfried Leibniz fue el primer pensador de la Edad Moderna que observó la concatenación de la creatividad individual que logra descubrir principios físicos, para ser aplicados luego de manera experimental al diseño de una tecnología que a su vez pueda transformar los procesos de producción de bienes que satisfagan necesidades humanas y que inciden en el devenir humano, a nivel social, cultural, político y económico.
Gottfried Leibniz en su obra Sociedad y Economía de 1672, afirmaba que la clave del desarrollo económico, dependía de usar eficientemente la energía calórica del carbón mineral que impulsaba las maquinarias en su tiempo, y se propuso encontrar una función matemática que relacionara la energía térmica generada por la quema de carbón mineral en la máquina y el aumento de la productividad generada por el trabajo de la máquina; si bien la relación entre la energía térmica que consume una máquina y la productividad que ofrece la misma, resulta directamente proporcional; existen un conjunto de variables que no se pueden obviar; como la geometría de la máquina, los materiales empleados para su fabricación, la disposición de los elementos que componen la máquina térmica; requieren de conocimientos sistemáticos muy bien organizados y coherentes que es lo que llamamos “Tecnología”.
Hasta este punto debe resultar evidente, lo utópicas que son las teorías del valor del trabajo de David Ricardo y de Karl Marx; al menos hay que reconocer que Marx advirtió reiteradamente en los cuatro tomos de su obra El Capital, que su análisis no considera en absoluto los efectos del desarrollo tecnológico; por tanto la función preponderante de la tecnología evidencia que las teorías del valor del trabajo como las meras ideas monetaristas, son menos que inservibles.
Hoy día la teoría política y el derecho constitucional no conocen sino el Estado-Nación soberano, en donde ciudadanos virtuosos aspiren a la superación individual y colectiva, personalmente creo que el resurgimiento del Nacionalismo Venezolano y la prosperidad de la Nación alcanzará su plenitud, cuando nuestros ciudadanos posean la libertad de explotar sus propios talentos, en donde la creatividad de los individuos no sea coartada por el exceso intervencionista impulsado por los vestigios del marxismo que siempre recompensa la mediocridad colectiva y castiga el éxito individual, haciendo creer que lo individual y colectivo está reñido.
La virtud del Nacionalismo Venezolano aspira que cada ciudadano dedique su empeño en realizar la labor en la que más se destaque y que le provea de mayor satisfacción, siempre aspirando perfeccionar el campo en el que se desempeña, para alcanzar la superación individual y colectiva; ese ciudadano libre y virtuoso, consciente de ser sujeto activo de la transformación será el que hará próspera a la Nación, en donde el principal recurso económico básico que propugna el Nacionalismo Venezolano es y será EL CONOCIMIENTO, frente a la bancarrota moral, intelectual, política y económica del marxismo junto al liberalismo y todas sus tendencias.
Estoy convencido que sólo con un cambio de paradigma que se contraponga al marxismo – que con su lucha de clases hiere la cohesión social de la Nación – ; emergerá una nueva narrativa con nuevos actores políticos que superen el discurso demagógico, para crear un sentido de unidad práctico en torno a una Idea unificadora: la Nación, para abrir paso al esplendor de ciudadanos virtuosos, conscientes cada vez más de sus deberes, mucho más amantes de las preguntas que de las “certezas” o de los dogmas que han convertido a muchos en fanáticos intransigentes.
Venezuela quiere ORDEN.
Sergio David Díaz Yaguarán
Venezuela quiere ORDEN.