Entre diciembre del año 2018 y enero del 2019 se dio uno de los cambios más abruptos en la política venezolana en los últimos años; en cuestión de pocas semanas se transitó desde una situación en la que existía un desánimo masivo pues la lucha contra el chavismo parecía no tener salida, a un panorama donde la caída de la tiranía se veía tan inminente que era difícil pensar que pudiesen llegar a final del año.
Tras alcanzarse un clímax anímico y de movilización el 23 de Enero durante la juramentación de Guaidó, sus acciones fueron perdiendo fuerza y credibilidad debido a los estrepitosos fracasos del 23 de febrero (ingreso de la ayuda humanitaria) y el 30 de abril (alzamiento militar y fuga de Christian Figuera) sumado a numerosos escándalos de corrupción sobre el manejo de recursos de ayuda humanitaria y empresas del Estado que implicaban a su entorno cercano y a numerosos dirigentes tanto de su partido como de otras organizaciones políticas aliadas.
Ya para el último tramo del año la situación que se vive es muy parecida al 2018; el ánimo y esperanza de la población se han diluido notablemente junto con la credibilidad de Guaidó, mientras que el régimen se ha fortalecido nuevamente gracias al tiempo que obtuvo, permitiéndole realizar ajustes económicos que han disminuido la escasez, aliviando falsamente las decadentes condiciones de vida de los venezolanos.
Analizar el panorama político en Venezuela no es tarea sencilla pues intervienen una gran cantidad de actores y facciones tanto nacionales como internacionales luchando por imponer o satisfacer unos intereses que muchas veces tienen un trasfondo o propósito contrario al que aparentan públicamente y que en la mayor parte de los casos, poco o nada tienen que ver con la intención de solventar la dramática situación que vivimos los venezolanos.
Pese a tal confusión o dificultad, existe un factor que ha sido determinante en el fracaso de Guaidó para derrocar a la tiranía y cumplir con los tres pasos que propuso a principios de año: su incompetencia en el abordaje al tema militar, tanto en Venezuela como a nivel internacional.
En Venezuela, históricamente las Fuerzas Armadas han sido el elemento con mayor peso de decisión sobre la política nacional; desde su conformación como República en 1830, y más aún desde su institucionalización durante el mandato de Juan Vicente Gómez, ha sido la corporación armada la que decide hacia qué lado se equilibra la balanza en todos los acontecimientos políticos de envergadura ocurridos en el país.
El panorama actual no es la excepción, por el contrario son precisamente las Fuerzas Armadas el mayor pilar de sustentación de la tiranía y su pérdida implicaría indudablemente su final.
Por tal razón, la capitalización de las Fuerzas Armadas se convierte en un imperativo para cualquier facción que pretenda conquistar o conservar el poder en Venezuela; Maduro entiende tal situación y ha apostado todas sus fichas en ese sentido con evidente éxito, mientras que Guaidó no solo ha tenido notables derrotas sino que los pocos aciertos que ha conseguido no ha sabido aprovecharlos en su favor.
Cohabitación con la tiranía como origen del problema
El errante accionar de Guaidó en el ámbito militar tiene su origen en un problema de concepción o comprensión sobre la situación en Venezuela y sus posibles soluciones.
A principios de año Guaidó dirigió todos sus esfuerzos a generar un quiebre irreparable en las cúpulas del chavismo y particularmente en las FANB que derivaran finalmente en su caída, la estrategia para conseguir tal cometido fue la oferta de impunidad a funcionarios de cualquier rango que se voltearan al chavismo.
El 23 de febrero fue la prueba culminante del plan que demostró ser fallido ya que, aunque logró cientos de deserciones de efectivos principalmente de baja jerarquía, la tiranía cerró filas con fuerza e impidió el ingreso de la ayuda humanitaria.
Desde ese momento en adelante la estrategia de Guaidó y sus aliados cambió a una mucho más pasiva en la que se buscaba una negociación con la tiranía (Diálogos de Oslo y Barbados) tratando de generar un acuerdo de gobernabilidad en la que se realizaran unas elecciones presidenciales para reemplazar a Maduro y se construyera un gobierno de transición mixto en el que hubiese presencia tanto del chavismo como de la MUD.
Aunque a finales de abril hubo un pequeño alzamiento militar con la particularidad que el Jefe de Inteligencia del régimen se volteó y terminó fugándose, en general la estrategia de la oposición consistió en disminuir radicalmente la presión tanto civil como militar para conseguir un trato con el régimen.
Pese que el intento de buscar una salida lo menos violenta posible pudiese ser ponderada positivamente, es una inmensa irresponsabilidad y demostración de incompetencia enfrascarse en una estrategia que no solo ha demostrado ser fallida numerosas veces sino que resulta muy beneficiosa para el régimen al brindarle tiempo y legitimidad; peor aún es el hecho de descartar de manera intransigente una cantidad de opciones y herramientas necesarias para lidiar con el problema en toda su dimensión.
Para nadie es un secreto que la tiranía ha invertido ingentes cantidades de dinero y esfuerzo para mantenerse en el poder a través de la fuerza las veces que sea necesario, también es mundialmente conocida su estrecha colaboración con organizaciones criminales y terroristas regionales y globales como las FARC, el ELN y Hezbollah, además de su alianza con países como Rusia, China, Cuba, Irán y Corea del Norte; a ello se suma la inmensa inestabilidad y altísimos índices de criminalidad que convierten a Venezuela en una de las naciones más peligrosas del mundo, rayando en la categoría de Estado fallido.
Fuerza Militar como herramienta clave para la libertad
Ante tal panorama resulta impensable un escenario exento de violencia bien sea antes, durante o después de la caída de la tiranía pues existen una gran cantidad de actores armados y organizados tanto venezolanos como foráneos que están dispuestos a llegar hasta las últimas consecuencias para mantener a Maduro en el poder, así como para desestabilizar y atacar cualquier proceso de transición posterior al chavismo.
Tomando estos aspectos en consideración, la construcción de unas capacidades militares y policiales sólidas resulta una tarea prioritaria tanto para la salida del chavismo como para garantizar la seguridad y estabilidad de Venezuela en el proceso posterior al chavismo.
Las Fuerzas Armadas no solo son una de las instituciones fundamentales y constitutivas del Estado, sino que la capacidad de ejercicio de la fuerza es uno de los elementos básicos para el manejo del poder en cualquiera de sus formas.
A pesar de su gigantesca importancia, Guaidó no solo ha dejado de lado dicha labor, sino que ha impedido cualquier esfuerzo o colaboración que apunte en esa dirección. Entre los inmensos fallos que ha cometido se encuentran:
- Desde el primero momento dejó abandonados en condiciones deplorables a todos los efectivos que valientemente desconocieron a la tiranía y se unieron a la causa de la libertad.
- No dieron respaldo político oportuno a las insurrecciones y alzamientos militares ocurridos, perdiéndose varias oportunidades de generar acciones que pudiesen desencadenar en rupturas de la cadena de mando.
- No han conformado un gabinete especializado en el área de la Seguridad y Defensa que cree las condiciones para la conformación de un aparato militar que sirva como herramienta para conseguir la libertad de Venezuela.
- Ha desaprovechado una gran cantidad de recursos (económicos, diplomáticos y humanos) para construir un aparato militar con los efectivos en la frontera.
- Ha rechazado y evadido la colaboración internacional en el ámbito de seguridad y defensa en prácticamente todos los niveles y formas.
Al no contar con respaldo político serio, oportuno y efectivo los funcionarios militares se muestran reticentes y desconfiados de tomar acciones, pues temen ser abandonados y hasta entregados como ocurrió con Oscar Pérez, el Capitán Caguaripano y muchos otros soldados patriotas quienes han cumplido con su deber.
De igual forma, la población civil venezolana está seriamente desgastada, e inclusive atemorizada de salir a protestar, pues se sienten en un inmenso grado de indefensión frente a la constante represión del régimen que en los últimos años ha costado casi trescientos muertos y miles de heridos y detenidos, además de sentir una inmensa desconfianza hacia la dirigencia política que en numerosas ocasiones ha enfriado las calles en momentos claves para promover negociaciones y elecciones junto a la tiranía.
La construcción de una Fuerza Militar con los efectivos en la frontera significaría un paso firme y determinante para sacar definitivamente a Maduro y su séquito del poder, el cual no solo representaría un envión anímico para la población civil al demostrarles que la tiranía no cuenta con la unidad de las FANB y que hay miles de militares venezolanos dispuestos a protegerlos; también sería un gran aliciente para las tropas que aún se encuentran en servicio para que se plieguen a la causa de la libertad y terminen de romper la cadena de mando.
Por otro lado, sería el primer paso para la reconstrucción de la Fuerza Armada Nacional de cara a una nueva etapa de transición donde será una institución clave para garantizar la libertad, estabilidad, seguridad y paz que anhelamos todos los venezolanos.
Todas las condiciones están dadas para construir las herramientas necesarias que nos permitan salir de la tiranía mediante la masiva rebelión civil con el acompañamiento y protección de una Fuerza Militar venezolana, el único elemento que falta es la voluntad política que mediante acciones concretas convierta tales circunstancias en elementos utilizables en favor de la liberación del país.
Los partidos tradicionales han demostrado que tienen como prioridad el cumplimiento de agendas patrimoniales por encima de las sentidas necesidades y anhelos de la Nación, y que prefieren negociar una fracasada agenda de cohabitación con el chavismo a costa de la destrucción de Venezuela; corresponde entonces a las organizaciones políticas alternativas y a los ciudadanos en general construir una opción verdadera a la falsa oposición, que presione y trabaje activamente por encaminar inteligentemente la lucha en Venezuela hacia nuestra deseada libertad.