Empoderados de una actitud jocosa, pareciese que hoy, se animan ciertos sectores a volcar sobre la palestra pública, la dolarización de la economía Venezolana como la solución final a nuestros problemas, lo que nos demanda mantener en pie la máxima: la libertad es sinónimo de responsabilidad.
La libertad debe ser arrojada de vuelta a la esfera de lo público y entenderse como la participación activa del ciudadano en los asuntos que le conciernen y no ser reducida por el simple axioma: “no interferencia de mi esfera individual”.
La soberanía, el tema que en este artículo nos compete, se define como la capacidad que posee cada comunidad política de tomar en sus manos el destino de sí mismos, de su país, de su nación. Es así como encontramos la razón de la asociación política, del Estado, de la República, por lo que las relaciones que deriven de ellas han de sujetarse ante el espíritu colectivo que emane de estas y no a los intereses materiales e individuales que rompan con la armonía de su cuerpo.
La economía como herramienta para el desarrollo de la nación, se ha visto desdibujada y puesta a merced del interés de unos y de otros, y en este afán de interés individual, reviste lo material como la piedra angular de una política contraproducente, que ha prometido riqueza pero ha traído miseria.
El valor de una moneda en pocas palabras, es respaldada por el ahorro que la nación obtenga del esfuerzo de su trabajo; este ahorro, comúnmente es hecho en divisas, en monedas extranjeras cuyas economías pautan el guion del mundo financiero actual, por lo que la relación liquidez y base monetaria (reservas internacionales) arrojaría así el valor cuantitativo de nuestros bolívares; no obstante se han abordado los problemas que nos aquejan, las causas y los responsables de estas, por un bando, que tras esgrimir sus intereses en un disfraz de buenas intenciones, generalizan y estandarizan la actuación de los gobiernos, en busca de una excusa perfecta para sobre poner de mala gana al individuo sobre la colectividad.
La dolarización se ha volcado sobre la palestra pública, como la solución a los problemas que aquejan a la nación venezolana. Se afirma, que el control de la economía debe ser despojada del actual gobierno y ser puesta en manos de terceros dada la irresponsabilidad con que frecuentemente este actúa; pareciese ser que generalizaran tal comportamiento, a rebajar de inmorales a cada ciudadano, en pocas palabras es una desconfianza hacia sí mismos, una desconfianza hacia lo público que se traduce más que en racionalidad, en paranoia.
La dolarización implica la desaparición del bolívar como moneda oficial, por lo que la emisión de billetes queda a disposición de la reserva federal estadounidense, ello implica, una limitación en cuanto a la actuación del gobierno en política económica, por no decir, su no intervención en esta área. La dolarización empareja los ciclos económicos con el país emisor por lo que exige medidas acordes al nuevo marco referencial. No obstante, la dolarización de la economía venezolana, revestiría de legitimidad el conformismo, ineptitud y corrupción con que estos “gobernantes” han asumido los asuntos económicos. De esta manera, a los fines de los supremos intereses de nuestra nación le sería arrebatada la oportunidad de ser el rector de su destino, como si de un niño incapaz de asumir tal labor se tratase.
El facilismo de arrojar sobre terceros una responsabilidad tan propia como la económica, quiebra la voluntad de un cuerpo social que debe empoderarse cada día más de lo público, cada día más de lo suyo; el ejercicio de la ciudadanía se ve coartada, el alma de la Republica desmoralizada, tras la imposición del interés de unos contra de la armonía del cuerpo nacional.
La economía es y ha de mantenerse como una herramienta para el desarrollo armónico de la nación venezolana que bajo la tutela de un gobierno responsable, altamente nacionalista que revalorice nuestra moneda y respalde nuestro patrimonio, en algo más que un papel o una divisa; el trabajo ha de ser nuestra carta de presentación siendo este el respaldo, confianza y garantía de un mejor mañana, donde el mérito y la constancia se traduzcan en las grandes proezas que la patria nos demanda.
Venezuela quiere ORDEN.