El abrupto cambio que ha enfrentado occidente durante las últimas décadas ha puesto sobre el tapete, en especial dentro del circulo intelectual más conservador un extenso debate acerca de la decadencia de la civilización occidental y hoy en medio de una pandemia de carácter global como lo es el covid-19 somos testigos quizás del fatídico asesinato de una civilización en declive.
Como una gota que derramó el vaso la pandemia a la que hoy hacemos frente ha aflorado las desventajas y carencias de nuestro sistema político, económico e incluso ético. Hemos visto tambalear a los países más poderosos y mejores preparados al tiempo que nos ha sorprendido la falta de principios a la hora de enfrentar la crisis.
Al desconocer u obviar que la sociedad funciona como un todo orgánico en el que cada pieza contribuye al desarrollo armónico de la nación, hemos dejado de lado el sentido comunitario y fracturado los esfuerzos para hacer frente a la pandemia que hoy nos agobia. Un duro golpe de realidad que ha mostrado con crudeza el descuido y el abandono de las élites políticas a las demandas ciudadanas, así como a los requerimientos esenciales para el funcionamiento de la nación.
La virtúd, el areté, los valores políticos que en su mejor momento irradiaron sobre occidente hoy parecen ser un vago recuerdo en el marco de la política actual. La búsqueda del bien común como fin último de la política, una de las principales banderas de la civilización occidental ha sucumbido bajo la deformación de nuestras sociedades, de allí el imparable avance de modelos políticos ajenos e irrespetuosos a nuestra forma de vida y no por menos la dificultad de nosotros para enfrentarlos.
Las nefastas consecuencias de la pública enemistad entre América, Suramérica y Europa hoy lamentablemente ha dado sus frutos pues la contienda geopolítica qué Rusia y China lideran frente occidente no descansa ni toma cuarentena, al tiempo que su responsabilidad frente al mundo sigue cobrando la vida de miles de personas, no sólo por el la expansión del coronavirus sino por consecuencia directa de sus prácticas políticas alrededor del mundo: su patrocinio al terrorismo, el comunismo y regímenes adversos a la civilización occidental.
Estas rencillas en el seno de nuestra civilización, producto de la deformación de los principios y valores de nuestra sociedad nos ha hecho olvidar quiénes somos. No sólo a un nivel macro como civilización, sino a un nivel más local cómo nación que comparten en lo más profundo de nuestras raíces la herencia común del orden y la Libertad del frente a la opresión.
De allí que hoy sea oportuno y hasta prudente preguntarnos ¿ha sido el covid-19 la estocada final de la civilización occidental? ¿A la vida tal y cual la conocemos?
Interrogantes que lejos de alarmarnos o de preocuparnos ansiosamente nos invitan a la reflexión; y no necesariamente desde una posición de poder sino desde la ciudadanía como un ejercicio de meditación política de cara al destino de nuestra nación y de nuestro actuar en la República.
Una práctica que ha quedado en el olvido como consecuencia de la velocidad y la liquidez de nuestros tiempos y que hoy es importante rescatar para así tomar ventaja de las adversidades y construir un mejor futuro. Recordando así no solo la importancia de contar con un sistema sanitario, económico y educacional a la altura de las circunstancias, sino el valor de la familia y la comunidad en el seno de nuestra civilización.
¿Ha muerto occidente? Solo la historia dictara sentencia, lo que no podemos permitirnos es quedar a la deriva mientras esperamos el veredicto. Nunca es tarde para reconstruir ni para retomar el rumbo que nos pertenece.
¡Venezuela quiere ORDEN!
Joshua T. Céspedes