Después de la caída del muro de Berlín y el derrumbe del bloque soviético en Occidente, y en la mayoría de los países industrializado, tomó más fuerza la idea de desmantelar la industria nacional, que era poco rentable, tercerizarla y llevarla al extranjero en busca de mano de “obra barata”.
Esto hizo que muchas empresas mudaran la mayoría de sus operaciones, generalmente a Asia y específicamente a China. Esto en principio trajó buenos réditos a los dueños de estas empresas, pero el precio a pagar fue el desempleo y un hueco en la seguridad nacional en sus propios países. La crisis actual dejó en evidencia este punto.
En medio de esta emergencia sanitaria muchos países quedaron vulnerables por su alta dependencia de las importaciones de todo tipo de insumos médicos. Esto va desde vitamina C hasta los simples tapa bocas, tan esenciales para hacerle frente a este enemigo invisible.
Esto ha llegado a tal extremo que vemos como países practican la piratería como si del siglo XVII se tratase. Por ejemplo, Turquía decomisó a España un lote de insumos médicos que venían de China. Otro ejemplo sucedió recientemente cuando las autoridades de Alemania denunciaron que EEUU “confiscó” en Tailandia un cargamento de 200.000 mascarillas que habían comprado para la policía de Berlín, y como esos otros casos. Los países productores priorizan su demanda interna en detrimento del mercado exterior, cosa de sentido común claro.
El presidente de EEUU, Donald Trump, a través de una ley prohibió a empresas como la transnacional 3M exportar sus productos dando prioridad al mercado local. Ahora y ¿qué pasa con el resto de países que no cuenta con una mínima industria nacional que los ayude a producir lo mínimo para enfrentar esta crisis?
Esto lleva a replantearse el actual sistema de comercio y de producción. Por una parte, queda demostrado que es necesario tener una industria nacional fuerte en cierto sectores claves. Y esta industria es obvio que debe manejarse con lógica económica, pero con una visión que va más allá, una visión que apunta a la seguridad nacional. La idea de que la globalización y libre comercio internacional traería prosperidad y seguridad a todos en el mundo quedó en duda producto de esta crisis. Al final de esta crisis las reglas de juegos cambiarán y la industria nacional jugará un papel de suma importancia.