Por @NelsonRZ33
de @OrdenVenezuela
Durante años la distorsión de conceptos en Venezuela se ha llevado a tal magnitud que el significado de los mismos se confunde y tergiversa. Tal es el caso de la palabra Pueblo, el cual tiene un gran significado no solo histórico sino también filosófico.
Desde la perspectiva histórica, en Roma el Pueblo no solamente tenía una connotación colectivista de la República, el Populus Romani representaba un sujeto activo con clara consciencia de su rol dentro de la misma, pues en la estructuración de su constitución societal cada ciudadano cualquiera fuese su jerarquía social estaba consciente de sus deberes.
En esta consciencia colectiva, resaltaba un hecho particular; para acceder a una estratificación superior no bastaban las posesiones o la fortuna, tenía mayor importancia “la buena promoción” que se presentaba en función al cumplimiento de responsabilidades de carácter público administrativo con base al reconocimiento y aprobación.
De lo anteriormente expuesto surge una palabra clave que determinaría la vida de la República: El Ciudadano. En esta concepción individual derivada del sujeto activo y colectivo Pueblo, encarnaba el deber y la responsabilidad. Bajo esta perspectiva el ciudadano era resultado del Pueblo; no existía la excepción del pobre o del rico, ambos ciudadanos, ambos con deberes y obligaciones.
En otro orden de ideas, nos encontramos con la perspectiva filosófica del Pueblo. Hegel nos expone una visión que va mas allá de lo cultural; su concepción trasciende la clase o condición material. Es un todo absoluto, un ente colectivo unitario y compactado no solo por vínculos culturales sino también políticos, en los que la Historia, el Derecho, La Filosofía, Las Ciencias, Las Artes y La Religión determinan el esplendor que dará su perdurabilidad en la historia universal; dando así un carácter ético y espiritual al Pueblo. El desarrollo, su realización, configuración y representación política emanan de esos factores.
Vistas estas aproximaciones al concepto de Pueblo, es necesario apuntar al empleo del término en nuestro país. Durante muchas décadas, gracias a la ignorancia inducida por las dirigencias partidistas (socialistas en todas sus vertientes), la connotación de Pueblo se refería – y se refiere aún – a una masa amorfa arreada por el impulso de sus vicios y guiada a la satisfacción de sus caprichos, carente de conciencia, habitante que ocupa un espacio geográfico sin consciencia del mismo; sujeto pasivo de derecho donde la responsabilidad u obligación es una ofensa y la pobreza tanto material como mental es el principal atributo que determina la esencia de su concepto. En esta perversión, delinquir y malvivir es permitido y justificado por la misma condición material que caracteriza a ese “Pueblo”. Dicho en otras palabras, pueblo es símil de pobre.
Los hechos han demostrado que esta tergiversación de la esencia del término fue el caldo de cultivo del socialismo para tener la fábrica perfecta de necesitados que aseguren en el poder a través del voto a los que durante 60 años han condenado a Venezuela al fracaso y a la miseria.
Esta errada concepción pudrió la cultura política; las dirigencias partidistas generaron un paternalismo parasitario que solo se encargó de complacer caprichos y auspiciar vicios, malcriaron y maleducaron generando un populismo bastardo en el que el padre de la criatura nunca se hizo responsable, pero irónicamente necesitan a esa criatura para garantizar su permanencia en el poder.
No tenemos tiempo de reconstruir el concepto, pues ha sido un proceso degenerativo generacional en el cual la conciencia colectiva ha quedado impregnada de este vicio. Es momento de educar al venezolano para formar a un verdadero ciudadano, y en la suma de estos logremos tener a un Pueblo Grande, ya que es el único modo de revertir los terribles daños que nos han legado.
Venezuela quiere ORDEN