Mucho se ha hablado del peligro del castrismo y del chavismo a nivel global como centros de operaciones para el socialismo. Bajo este hilo discursivo la ficción parece arropar la realidad, sin embargo y pese a las fantasiosas historias que podamos encontrar entre los rumores de las redes sociales, la cruda realidad es aún más escalofriante.
El tiempo nunca ha jugado a favor de la Libertad, pues a diferencia de la creencia popular entre la mediocre élite política tradicional, su costo siempre ha sido alto y su valor para la humanidad es indispensable.
Esta visión ofuscada o complicidad evidente, ha colocado a nuestro país en un escenario peligroso. No solo corremos el riesgo de no recuperar efectivamente nuestra Libertad, sino de desaparecer como nación independiente en medio de un perverso juego geopolítico que atenta contra nuestra civilización. Pues en el marco de una contienda global, la tiranía chavista ha optado por replicar un modelo semejante al de comunismo de China en nuestro país.
La cohabitación política que ahora defiende el presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó al renunciar abiertamente al cese de la usurpación por parte de la tiranía, no solo condena a Venezuela a la sombra del socialismo del siglo XXI y a los vicios políticos que hemos arrastrado, sino a la posibilidad de trastocar por completo nuestros valores como República.
La “aparente” estabilidad que una dolarización informal ha traído a la ruina de la economía venezolana, sin duda ha sido un alivio para aquellos que con su ingenio aún apuestan por invertir en Venezuela, además de aquellos afortunados que reciben algún tipo de ayuda (remesas) por parte de sus familiares en el extranjero, consecuencia del éxodo masivo que ha patrocinado la tiranía socialista. No obstante, este no es el caso de una extensa mayoría.
“Queremos que China ayude a contribuir a que Venezuela pueda tener un modelo alternativo al capitalismo, a estrechar lazos de cooperación”, fueron las palabras que Diosdado Cabello, reconocido jerarca de la tiranía, pronunció durante su visita al gigante asiático. Una nación que aunque prospera económicamente, deja mucho que desear si evaluamos el estado de su sistema político y estado de derecho.
Conforme pasa el tiempo, no solo el panorama político en la región hispanoamericana se mantiene en un constante cambio, sino la tiranía en el marco de su contienda afianza su estrategia de miseria y opresión con la íntima ayuda de sus aliados. No solo mejorando y perfeccionando los métodos de represión, sino los de control social en un contexto poco favorable para la cultura occidental.
No es casual que la tiranía haya comenzado un proceso gradual para formalizar al dólar como moneda de curso legal en Venezuela. Desde hace mucho tiempo ya destacados analistas y especialistas en la materia habían recomendado dicha práctica a fin de corregir los desmanes de su terrible política económica. Esta práctica coincide además con una grave crisis de credibilidad de la “oposición” venezolana, un escenario perfecto que refuerza sin lugar a dudas la apatía por la situación política actual.
No obstante, lo perverso de esta “liberalización” económica, es que a nivel estructural los problemas siguen profundamente arraigados por lo que aunque pueda significar un respiro para muchos, es completamente insuficiente. La pobreza sigue en aumento, la hiperinflación no se detiene, la producción desaparece. ¿Qué ofrece entonces? Una bocanada de aire para prolongar la miseria.
Para nadie es un secreto que desde hace mucho tiempo ya, la principal preocupación del venezolano ha sido la situación económica, el deterioro de su poder adquisitivo; la inseguridad paso a un segundo plano, quedando aún más atrás alguna preocupación concerniente al estado de la República, la institucionalidad, entre otros.
Esta grave situación se agrava consecuencia de la ineficacia de la élite política tradicional por hacer frente y derrocar la tiranía comunista. La falta de empatía con la ciudadanía de a pie, la creciente distancia entre los reclamos de estos y sus acciones, así como una evidente complicidad ha facilitado a la tiranía un creciente animo de resignación para alcanzar la Libertad, una tarea titánica que hoy obstaculiza buena parte de la elite política tradicional.
Bajo este trágico escenario y en evidencia de la búsqueda de una cohabitación política, la posibilidad de una migración a un modelo político-económico como el de China es cada vez más plausible.
“La revolución China ha sabido definir claramente su modelo socialista (…) Hoy es para muchos la primera potencia mundial en economía, pero continúan con su plan de atención al pueblo, fueron capaces de sacar de la pobreza a 800 millones de personas” señalaba enfáticamente Diosdado Cabello, dejando más que claro su intención de calcar políticamente el autoritarismo de Pekín.
La cohabitación que hoy propugna Juan Guaidó con la tiranía socialista, conducen a un solo resultado: la desaparición formal de la República.
De esta manera, caminamos hoy como nación hacia un peligroso escenario. Uno en el que la represión aumentará considerablemente, donde la disidencia será aún más perseguida, donde la opresión será mucho más agresiva; y para muestra un botón: “Hago un llamado a los sindicatos, a los gremios, a protestar, no hay razón para quedarse en casa a menos que usted sea enchufado”, recalcaba el presidente interino, Juan Guaidó.
Bajo esta pobre narrativa e irresponsable discurso, los representantes de la política tradicional hacen muestra de la esclavitud material y espiritual a la que nos quieren conducir, un autoritarismo vagamente disfrazado de pluralidad, representando por los actores de la Mesa de la Unidad Democrática y el Chavismo.
Si queremos alcanzar nuestra Libertad, debemos apostar por una verdadera transición política, una Transición Nacionalista que nos permita como venezolanos trazar el rumbo al desarrollo y un mejor futuro.
Leander