“…buscar el poder por todos los medios, no sólo justos, sino inicuos, es trastornar todas las leyes, porque el mismo triunfo puede no ser justo.” Aristóteles (La política – Libro IV Cap. II)
La deprimente situación que vive Venezuela parece no tener fin a la hora de empeorar. Nuestro presente resulta tan distópico, o más, como una novela o película del género, y en Venezuela la tragedia parece estar un paso por delante del mundo.
Sin detenerse en lo obvio, que son las cifras desconocidas de los infectados por el COVID-19 o los muertos, hay otro problema solapado tras la máscara de la pandemia, pero que es incluso más vil que el maquillaje de las estadísticas. Un tirano, decía Aristóteles, es aquel monarca que utiliza el poder para satisfacer su interés, definición que nos hace visualizar la realidad venezolana como su ejemplo práctico.
La fórmula comunista, incluso anexa a aquella definición de tirano, al partido, pues son los intereses de los dirigentes del partido los que se buscan satisfacer a través del poder.
Ni siquiera, bajo las premisas de Maquiavelo, se salva el tirano, puesto que Maquiavelo plantea que, si el fin es legítimo, cualquier medio lo es (Discursos, Maquiavelo, Libro III) pero ¿qué legitimidad hay en el fin del tirano, si este busca por cualquier medio sostener al partido usando al Estado como un medio? Aún con esto, la tiranía ha logrado aplicar la “virtu, fortuna, necessita” o la razón de Estado, como si el Estado fuera el partido con su servil militancia de mercenarios y fanáticos.
Ante la pandemia, vemos como el tirano, no conforme con toda la desgracia que ha arropado a la población durante sus gobiernos, ha logrado sacar provecho de la situación que hoy padece el mundo para fortalecer su posición.
El estado de excepción es aplicado para justificar, bajo una legitimidad inexistente, su accionar. Periodistas y activistas opositores desaparecidos, medidas económicas que buscan hurgar más en el bolsillo de quienes apenas pueden alimentarse, suspensión de las garantías y la cuarentena para evitar cualquier manifestación o crítica.
Mientras ocurre todo esto, y más, el venezolano está distraído poniendo su esperanza en el héroe foráneo, al que espera para que venga a rescatarlo, mientras se reduce a sobrevivir en el resguardo, con lo mínimo y bajo el riesgo de que mañana puede ser peor. El héroe foráneo busca atacar a las cabezas del partido y que se genere un gobierno de convivencia con el resto del mismo y la “oposición” que, durante todos estos años, error tras error, ha resultado tan favorable para el tirano. Queda a la interpretación como esa oposición ha podido equivocarse tanto y durante tanto tiempo.
Es necesario advertir que el tirano, bajo la apariencia del vencido, sigue firme en el poder; bajo la apariencia del débil expande más su influencia interna. Es necesario advertir que cuando por fin se vio acorralado, fue la misma autoproclamada oposición quien le dio tiempo al tirano para recuperarse y que ahora, ante la posibilidad de verse desplazado, el héroe foráneo le da la opción de convivir dentro del Estado con la posibilidad de participar en elecciones y ser parte del gobierno.
Es necesario advertir que el tirano no ha dejado de sacar provecho de la tragedia y que este no se sostiene en un hombre sino en la sociedad de los peores y más perversos. El tirano está conformado por todas las partes que convergen dentro de él, y sí se permite que, a cualquiera de sus partes, conviva dentro del Estado, este seguirá sacando provecho de la tragedia; no estará derrotado, solo desplazado momentáneamente.
El movimiento que hoy nos une, busca sumar voluntades dispuestas a resistirse ante la sugestión generalizada y ver más allá de lo aparente, para poder así, conformar una fuerza capaz de hacer frente a este mal que habita dentro de nuestra nación y expulsarlo de ella.
Germán Jiménez
Venezuela quiere ORDEN