Tras el 23 de enero del presente año, millones de venezolanos parecieron haber recuperado la esperanza cuando Juan Guaidó, Presidente de La Asamblea Nacional, se juramentó como Presidente Interino de la nación.
La ruta propuesta fue clara: Cese de la Usurpación, Gobierno de Transición, Elecciones Libres. Y aunque sin dar más detalles la nación venezolana y más de cincuenta países a lo largo del escenario internacional sumaron su incondicional apoyo a esta ruta, parece que hoy 5 meses más tarde el rumbo parece perdido.
“Quién no conoce su historia, está condenado a repetirla”, reza aquel popular dicho. Y parece cobrar vigencia este refrán al conocer los reiterados intentos de la directiva de la Asamblea Nacional por entablar una mesa de dialogo con los representantes de la tiranía venezolana.
Y aunque lo que ayer era un rumor, tras la culminación de las reuniones en Noruega, y luego en Barbados, hoy es un secreto a voces. El tema de discusión en la mesa de dialogo son unas presuntas elecciones presidenciales.
Numerosos periodistas, artículos de prensa y filtraciones han mostrado la creciente posibilidad de unos futuros comicios electorales; acompañados en primera instancia por una renovación del cuerpo legislativo. Como en reiteradas ocasiones ha manifestado el tirano Nicolás Maduro.
Desde el 2014, las mesas de diálogo no han dado algún resultado positivo para la trágica situación nacional. Ir a elecciones con el chavismo, sería alejarnos del verdadero cambio en Venezuela.
Si hemos de dar un viraje político y económico al estado actual de las cosas, no podemos permitir que hombres viciados, con una cuestionable reputación moral así como cómplices en la sistemática violación de Derechos Humanos, sigan tomando parte en las decisiones clave para la nación venezolana. Su participación en cargos públicos, implica arrastrar consigo los vicios que hoy trabajamos por eliminar.
Las condiciones técnicas, institucionales, políticas y sociales no están dadas para una elección completamente libre. El secuestro de la tiranía a la ciudadanía venezolana, así como su clara disposición a no entregar la administración del Estado venezolano nos deja la siguiente interrogante:
¿Que estará dando a cambio la dirigencia, por una salida “negociada y democrática”?
¿Inmunidad política y penal? ¿Un levantamiento de sanciones? ¿Cohabitación política y electoral? Es necesario recordarle a la dirigencia, que la salida del poder de Nicolás Maduro, no es sinónimo del fin del terror rojo o del proyecto del socialismo del siglo XXI.
Las fuerzas irregulares son el último bastión que hoy defienden al chavismo, y no cesaran en su lucha por hacerse de nuevo con el poder o destruir la integridad de nuestra nación.
La reorganización de las fuerzas políticas del chavismo, será una latente amenaza frente a la naciente institucionalidad; de allí el peligro que implican unos comicios electorales o una inocua mesa de dialogo con la tiranía o el “chavismo disidente”. Por eso hoy queremos recordar la importancia de que el clamor de justicia no sea confundido con revanchismo, como que la concordia y hermandad no se traduzca en impunidad.
La dramática situación, amerita un cambio total del paradigma político actual, debemos apostar por una transición nacionalista, no por una cohabitación con la miseria y el oprobio imperante. Ya es suficiente el peso que lleva a cuestas la ciudadanía, consecuencia de la amarga tragedia que hoy arropa a Venezuela, como para seguir arrastrando los males que hoy mantienen prisionera a Venezuela en el atraso.
El valor y potencial de Venezuela yace en sus ciudadanos, hoy no podemos darnos el lujo de negociar el futuro de toda una nación por la ingenuidad o complicidad de la dirigencia de turno. Hoy Venezuela clama por su libertad.
¡Venezuela quiere ORDEN!