Por: Manuel Rangel
Durante los primeros años de la Revolución Bolchevique se demostró por primera vez (de muchas), que el marxismo, ahora ampliado con los planteamientos de Vladimir Lenin, degenera en un gobierno totalitario que no se conforma con reprimir hasta el punto de aniquilar físicamente a toda voz contraria al Socialismo, sino que además promueve la destrucción moral, social y económica de las naciones, llevando a sus ciudadanos a la decadencia y a la mayor de las miserias.
Debido a los inmensos excesos cometidos por Lenin, Trotsky, y posteriormente Stalin en la recién creada U.R.S.S, el marxismo estaba perdiendo todo su apoyo, sobre todo en el proletariado. Las masas obreras Europeas preferían defender sus naciones, los valores tradicionales y familiares antes que las ideas de Marx. El Marxismo clásico había fallado.
Con este panorama, Antonio Gramsci, marxista italiano, y para que las ideas marxistas recuperaran su prestigio, planteó que este debía abandonar la conquista de las instituciones a través de la violencia, pasando a una nueva etapa: Filtrar las ideas marxistas en la sociedad a través de la cultura, y la educación.
Por su parte, parecidas conclusiones fueron alcanzadas por teóricos como Max Horkheimer, Theodor W. Adorno, Herbert Marcuse, entre otros, representantes del Instituto de Investigación Social de la ciudad alemana Frankfurt am Main, corriente de pensamiento que a la postre se denominaría la Escuela de Frankfurt, siendo el inicio del llamado Marxismo Cultural.
Y entonces llegamos al núcleo del tema ¿Qué es el Marxismo Cultural? Partiendo del planteamiento Gramsciano y de la Escuela de Frankfurt, el Marxismo Cultural toma los objetivos fundamentales del marxismo clásico (Llegar a la sociedad sin clases a través de la destrucción del Estado, de los lazos familiares, las religiones, las fronteras y tradiciones nacionales) pero cambiando el método. En vez de entrar a través de la violencia, el marxismo lo haría por la industria cultural: el cine, los libros, las investigaciones, etc, y así consolidar las ideas marxistas en la psique de la sociedad.
En pocas palabras, corromper el status quo existente desde su mismo seno, para que una vez llevado a la decadencia, de allí surgiera el comunismo, el cual estaría previamente instaurado en el inconsciente colectivo.
Para ello, el Marxismo debía superar su etapa meramente economicista, transpolando la Lucha de Clases y la dicotomía oprimido/opresor, al ámbito social, utilizando como camino peticiones legítimas como la liberación de la mujer, la homosexualidad, la aceptación de las diferencias raciales y culturales, entre otras, apropiándose y distorsionando estos temas y transformándolos en una lucha que pretende superar la línea del respeto y del entendimiento mutuo.
Un ejemplo claro lo da el feminismo actual, influenciado por el marxismo, y que nada tiene que ver con la primera ola de feminismo de principios del siglo XX. Ahora se trata de una “lucha de géneros”, en la cual, según las feministas, el “patriarcado opresor” es el culpable de todas las desgracias de la humanidad y por lo tanto, el sexo masculino debe ser literalmente erradicado.
También tenemos la comunidad LGBT, la cual, siguiendo las pautas marxistas, ya superó su búsqueda principal que consistía en que la sociedad no juzgara la vida privada de las personas homosexuales, para ahora querer imponer la ideología de género, la cual se basa en la eliminación de la heterosexualidad y la promoción de la homosexualidad a través de los medios de comunicación y la educación escolar. Llegando a extremos tan absurdos como la supuesta existencia de más de 30 géneros sexuales.
Y así tenemos otros temas como la promoción de las drogas en la juventud, el puje globalizador del multiculturalismo que básicamente desea eliminar las culturas y tradiciones nacionales, la islamización de occidente, entre otros.
Como se observa la “lucha de géneros, de orientaciones sexuales, de culturas”, es solamente una expansión de la tesis marxista original “lucha de clases”. La estrategia del Marxismo Cultural es avanzar más allá del economicismo del marxismo tradicional, y potenciar estos conflictos sociales así estos no posean una importancia económica. Asímismo, el proletariado ya no es el agente central de la revolución, sino las “minorías oprimidas”.
Lamentablemente el marxismo cultural ha calado hondamente en los últimos años. Esto se debe también a que los teóricos socialistas, en esta “lucha cultural” utilizan el lenguaje como herramienta principal de manipulación, jugando con conceptos como diversidad, tolerancia, pacifismo, amor, humanismo, progreso entre otros, palabras cuyas definiciones para la mayoría de la sociedad son nobles, y así debilitar la resistencia al socialismo e incluso, generando que muchos promuevan estas ideas derivadas del marxismo, sin siquiera saberlo.
De hecho, la palabra progreso fue la escogida para evitar la connotación negativa del marxismo, disfrazando este patrón ideológico bajo una palabra derivada que para cualquiera sin pleno conocimiento puede sonar inofensiva: Progresismo.
En este sentido, los defensores del progresismo, es decir, del marxismo cultural, también se hacen eco de la descalificación para combatir los argumentos sólidos en su contra, apelando a postulados como racista, clasista, homofóbico, intolerante, conservador, retrógrado entre otros adjetivos, lo cual es bastante irónico ya que ellos se venden como los paladines de la tolerancia y del libre pensamiento.
De esta manera, la izquierda, la cual se quedó hace bastantes años sin argumentos para su revolución, ha logrado reinventarse bajo el disfraz del “progreso”, y sigue sembrando conflicto y miseria luego de un siglo en el cual estas ideas generaron más de 100 millones de muertes. El Progresismo amenaza a la humanidad tal cual como la conocemos.
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