Capítulo I: El Pérez-jimenista
Soy nacionalista y profundo amante de la Historia, si, aquella ciencia en la que todos tienen la razón y en la que nadie se equivoca, -sobre todo en las redes sociales-, si, aquella ciencia secuestrada por el padre del caos: El pensamiento marxista, secuestro que abarca desde la educación primaria hasta las academias de historia, pero de eso hablaremos en otro momento. Ya basta de mi presentación, les quiero contar una historia de esas que ocurren a lo interno de ORDEN.
Pertenezco a ORDEN desde hace no sé cuándo ya, y he visto y vivido muchas anécdotas, tanto propias como ajenas, de este maravilloso mundo de la política –no, no es la cochina política, cochino es el político que se corrompe.
Antes de comenzar este relato, espero que mis lectores tengan en cuenta el riesgo que significa decir “Soy Nacionalista” en una Universidad donde el 60% de los profesores son adecos, otro 5% copeyanos, otro 30% comunista y el 5% restante es republicano sonriéndole a liberalismo, es todo un riesgo, sobre todo para las notas. Imagínense entonces lo que significaba decir: “Pérez Jiménez fue el mejor presidente de nuestra historia”, solo las miradas te expulsaban de la academia.
La historia de hoy es en torno a eso de ser “Pérez-jimenista”. “¡Miren, allá van los Pérez-jimenistas, pobres muchachos locos!”, decían muchos, una que también se decía, y que me causaba gracia era la de “Fachos” “¡Allá van los fachos!”, esto significa, los fascistas. Siempre se buscó relacionar al gobierno de Pérez Jiménez con el fascismo y todas sus corrientes, y no existe mayor fiasco argumental que este, pues no existieron elementos propios del fascismo, ni en la gestión de gobierno, ni tampoco en su actuar cotidiano, salvo, claro está, en la persecución de delincuentes comunes, social-demócratas y comunistas.
Recuerdo una tarde en la que un joven profesor, al que tengo en estima por sus conocimientos, me increpó preguntándome que se sentía ser “facho”, mi cara no debió ser muy normal en aquel momento, no tanto por el mote, al cual ya me acostumbraba, si no por aquella certeza que vi en los ojos de aquel profesor, para él, Pérez Jiménez y Mussolini eran iguales.
Empiezo a seguirle el juego, indicándole que, si fuera cierto eso, la izquierda no existiría, también le explico que cada nacionalismo es distinto según el sitio en el cual se desarrolla, en fin, eran palabras perdidas… recuerdo que aquella perorata vespertina terminó con una frase que jamás olvidaré por parte de él: “…Ustedes jamás llegarán a nada, son solo cuatro gatos, el país no los necesitará, este país necesita demócratas, no pichones de patriotas…”.
Yo me quedé viendo al profesor, quien se alejaba del sitio con cierto aire de victoria, simplemente seguí mi camino y al cabo de unos minutos, olvidé el asunto, recuerdo que eso fue por allá en el 2012, justo antes de las elecciones de Chávez-Capriles, dicho sea de paso, era acérrimo admirador de este último personaje, excandidato presidencial y poderoso defensor del régimen detrás del closet de Primero Justicia.
Al pasar los años, me daba cuenta de algo muy curioso, y quizás muchos de quienes me leen lo observaron también en algunos allegados, y era ver los cambiantes ánimos de algunas personas, en este caso, de este profesor, pre y post elecciones; antes de presentarse algún evento electoral, este profesor siempre se acercaba a mí a buscar conversación, me decía lo mismo, con algunos agregados: “Veo que ORDEN ha crecido, tienen muy buena propaganda, pero no van a llegar a ningún lado”, por citar algunas conversas.
Antes de cada elección vuelve un ánimo que raya en egolatría, pero ajena, cuando sale un crítico lo sepultan (lo vemos en los seguidores de ese nuevo fiasco llamado Guaidó), luego de las decepciones electorales, viene una especie de despecho electoral digno de una novela mexicana y un rechazo a la MUD, una especie de montaña rusa.
“¿Y qué piensan hacer los Pérez-jimenistas?”, me preguntó con cierto terror en los ojos luego de que la Asamblea Nacional fuera inhabilitada. Pude haber contestado de manera grosera, quizás con un: “Se lo advertimos” o también con un “¿No y que nosotros no llegaríamos a ningún lado? ¿Qué haces preguntándome eso?” Pero no, y esto es porque dentro de ORDEN nos hemos dado a la tarea de cultivar la ética profesional en la política. Mi respuesta fue honesta: “No podemos hacer nada por los momentos, somos un movimiento en ascenso, pero pequeño, y hacer un partido político con bases fuertes requiere tiempo, trabajo en equipo y, sobre todo, mucha paciencia, además de grandes cantidades de dinero de los que no disponemos… Y que la MUD si tiene”. Se molestó, dándome la espalda y se marchó.
Esta historia es verídica, y si, así piensan miles de personas, esta tarea de ser “pérez-jimenista” no te da poderes supremos, en cambio, si da mucho trabajo, sin embargo, debo agregar que es reconfortante este asunto del “pérez-jimenismo”, que, dicho sea de paso, este “ismo” no existe, el mismo Pérez Jiménez le molestaba que lo encasillaran en alguna ideología o peor aún, en un aire personalista.
De aquel profesor no supe más, aunque siempre lo recuerdo, con mucho cariño y admiración, sobre todo cuando veo a los seguidores de la MUD perder la razón.