Desde hace varios años se ha gestado un movimiento que busca despenalizar el aborto en los países donde esta acción sea considerada un crimen, con una serie de sentencias y frases que pretenden ser argumentativas, pero que en el fondo solo reflejan el uso y abuso de las emociones de las personas para alcanzar fines ideológicos.
En Argentina, ha estado en curso la discusión sobre este tema en el parlamento local. Los grupos que han impulsado la propuesta, casi todos marxistas, han articulado una matriz mediática para establecer un pensamiento totalitario a favor del mismo. En caso contrario se es atacado, desprestigiado y calificado como misógino, sexista y retrógrado.
Sin embargo, al hacer una disección de los planteamientos izquierdistas de estos grupos se evidencian las contradicciones existentes.
Derecho a la vida e igualdad
Los grupos de feministas que promueven la despenalización del aborto esgrimen que desde el Estado se pretende igualar en derechos a los fetos o embriones (seres humanos aún no nacidos) y a las mujeres.
Sin embargo, las legislaciones de los Estados establecen el derecho a la vida de todos los seres humanos, quienes al final son los únicos que gozan estos instrumentos jurídicos, y que se hacen extensivos a aquellas personas que se encuentran en gestación.
Una de los señalamientos más recurrentes es la intromisión en los derechos sexuales de las mujeres, subrayando eslogans como “mi cuerpo, mis derechos”, pero si revisamos lo anteriormente dicho, no se constriñe los derechos de la fémina gestante, sino que se protegen los del bebé.
Incluso, se llega a superponer los derechos de la mujer que desea abortar al asegurar que son personas con autoridad moral y jurídica. Si nos basamos en este punto, precisamente todos los ciudadanos poseen esa misma capacidad para procurar lo mejor para cada uno y, por ende, el Estado debe garantizar que este mismo reconocimiento lo obtengan los seres humanos en gestación.
Con garantizar el derecho a la vida de los embriones —y por ende futuros seres humanos, ciudadanos con deberes y derechos—, no se restringe la vida de nadie. Al contrario, permitir que se aborte a un ser humano es impedir que este pueda desarrollarse en vida.
Obligación del Estado
Al inicio del artículo se mencionó que la despenalización del aborto, tal como se ha planteado en países como Argentina, tiene fines ideológicos. De hecho, representa la imposición de un modelo político marxista-cultural sobre todos aquellos que lo quieran o no, a través de reformas jurídicas que aseguren su legalidad —básicamente, el método aplicado por la socialdemocracia para alcanzar el fin socialista—.
Los grupos que promueven esta reforma señalan que el Estado inhibe los derechos humanos de las mujeres al invadir la privacidad sexual de las mismas, al no permitir que se mantenga una planificación familiar acorde a lo que cada fémina decida.
Es público, notorio y comunicacional que la mayoría de los países en el mundo llevan a cabo campañas para: prevención del embarazo no deseado, control de la natalidad a través de métodos anticonceptivos (a veces proporcionándolos de forma gratuita, como en Venezuela), e incluso tratando de estructurar sistemas de atención especializada para las mujeres. Es decir, la planificación familiar está, con pros y contras, garantizada.
Además, el proyecto propuesto como línea política en el mundo es que los Estados se hagan cargo de absolutamente todos los gastos, logística y responsabilidades en el proceso del aborto. Esto está intrínsecamente ligado a la doctrina socialista de dejar todo en manos de lo público. Si fuese una propuesta de corte liberal solo se pidiera el derecho a poder abortar, no que el Estado se encargue de todo puesto que incluso la salud es una responsabilidad individual.
Pero volviendo a la realidad actual. Los grupos marxistas quieren que el aparato Estatal cree partidas para que se garantice el aborto seguro y gratuito para todas las mujeres, cuyos recursos saldrán de los bolsillos de absolutamente todos los ciudadanos y empresas, hombres, mujeres, jóvenes y adultos. Sin embargo, en la retórica proabortista se indica que no se obliga a que las féminas tomen esa decisión (la de abortar), puesto que queda en manos de cada una hacerlo o no. Pero no se permite que cada ciudadano decida si financia o no esta decisión. Al final, todos pagarán quieran o no.
Promesas de campaña
Como cereza en un postre, la retórica marxista proabortista destaca que despenalizar esta acción redundará en beneficios para la salud de las mujeres, sustentado por el hecho de que desde que se apruebe la reforma se realizará el procedimiento de manera segura y así se reducirá el riesgo de muerte de las 500 mil personas que lo hacen en Argentina de forma ilegal, según lo vociferado por los movimientos de pañoletas verdes.
Sin embargo, quedan por fuera dudas relacionadas a la capacidad intrínseca del organismo de cada mujer para soportar este procedimiento, puesto que está comprobado que llevarlo a cabo puede tener consecuencias graves y permanentes en la salud de la fémina.
Tampoco se menciona las implicaciones que esta reforma tendría en la garantía de vida para todos los seres humanos, ya que se tendría al aborto como un método fiable y legal para resolver cualquier complicación con el feto o embrión.
Menos aún se señala cuál sería la forma en la cual se aplicaría esta decisión, si se podrá realizar todas las veces que una mujer desee, si se le dará prioridad a la aborción frente a la prevención de los embarazos no deseados a través de métodos tradicionales.
Hasta ahora, este asunto no ha sido tratado desde ningún punto de vista religioso, ético o moral, sino desde la base real de la legislación, la logística de los proceso, la retórica y la ideología, por ende queda en cada ciudadano añadir las concepciones que pueda tener basadas en su cosmovisión.
Venezuela quiere ORDEN
Luis María Vizcaya