Hoy se cumplen 25 años del funesto acontecimiento del 4 de Febrero de 1992, hecho que cobró la vida de un sin número de venezolanos. El resultado histórico de esa acción es la crisis que hoy vive Venezuela que la envuelve en la miseria espiritual, mental y material.
Después de dos décadas hemos dejado de lado lo trágico que significó aquella fecha, desestimando las causas que la originaron. Nuestra memoria histórica es corta por no decir inexistente, tan corta que olvidamos fácilmente la magnitud y envergadura de hechos de reciente data.
Gracias a esa nula retentiva los mismos actores convencionales y caducos, que por décadas han secuestrado la política en Venezuela; se dan el lujo de burlarse de los venezolanos y traficar con sus esperanzas una y otra vez.
No es casual que los mismos que repudiaron o justificaron el golpe de Estado en aquella oportunidad, sean los mismos – los que aún viven – que se repartan el poder en la actualidad y dejen como resultado ruina y pobreza.
Producto de esas consecuencias, muchos venezolanos establecen marcos comparativos en el que distinguen al período que precedió al régimen chavista – la llamada “Cuarta República” – como el mejor, recordándolo con añoranza.
Ante lo que nos ha tocado vivir y de cara al porvenir es sumamente importante formularnos algunas preguntas que nos lleven a reflexionar:
- ¿Cómo eran las interacciones sociales y políticas en Venezuela desde 1958 hasta el 4 de Febrero de 1992?
- ¿Cómo era nuestra industria y economía antes de esa fecha?
- Si en la “Cuarta República” se vivía mejor y todo marchaba tan bien como algunos afirman ¿Por qué surgieron los acontecimientos del 4 de Febrero que darían vida al actual régimen?
Con estas preguntas no se pretende justificar la denominada “Cuarta República” nacida de las entrañas del Pacto de Punto Fijo. Mucho menos justificar al régimen chavista engendrado por la “Cuarta República”; solo se procura hallar el origen o la causa de la complejidad del problema que azota a Venezuela.
Esa escasa remembranza de nuestra historia es la que permite que se acepte como representantes políticos frente al régimen, no solo a aquellos que contribuyeron a su surgimiento, sino también a aquellos autodenominados líderes de “oposición” que públicamente defienden el legado de Chávez, demostrando su férrea afinidad y lealtad ideológica con la doctrina que estimuló los sucesos del 4 de febrero, y es la bandera que enarbolan todos ellos: El socialismo.
Superaremos la cíclica decadencia en la medida que nos acerquemos a la historia de Venezuela y la mantengamos viva en nuestra conciencia colectiva para evitar caer en los mismos errores. Del mismo modo es de vital importancia establecer un nuevo paradigma y nuevos actores políticos – El Nacionalismo Venezolano con el Ideal del Bien Nacional – que se contrapongan a la doctrina socialista imperante desde 1958 hasta hoy.
VENEZUELA QUIERE ORDEN
Por @NelsonRZ33 de @OrdenVenezuela